15 de septiembre de 2020
Jorge Alberto Prado Rivera, es el Asistente de Laboratorios en Unicomfacauca Popayán, el hombre que a todos recibe con una sonrisa y un ‘sí’ a cualquier favor que se le solicita. Hoy, cumple exactamente 20 años de haber sido incluido en la familia Unicomfacauca.
Fue el 15 de septiembre del 2000, cuando esta oportunidad laboral se puso en su camino al estar trabajando con su padre, quien era contratista en la Caja de Compensación Familiar del Cauca. “Hubo un trabajo que se necesitaba por parte del Director de Comfacauca en su nueva casa, necesitaba unos arreglos locativos y se me presentó la oportunidad de colaborarle. Entonces, fui, hice lo que tenía que hacer y cuando terminé me preguntó si quería trabajar en Comfacauca y acepté”.
Lleno de nervios y con ansiedad de empezar con su primer contrato de nómina, acudió a la oficina de recursos humanos y le dieron la inducción. Su nuevo cargo sería como Vigilante en las instalaciones de la naciente Unicomfacauca, y en el cual duró casi 8 años. Pero, ante el vertiginoso crecimiento de la Corporación y por la inminente necesidad de colaboradores proactivos y con espíritu emprendedor, le ofrecieron la oportunidad de dirigir un espacio fundamental para los futuros profesionales en formación: los Laboratorios.
Por esto, Jorge conoce perfectamente cada uno de ellos. Sabe de qué hablan los estudiantes cuando le solicitan una herramienta, o cuando tienen dudas sobre prácticas y los utensilios necesarios para desarrollarlas. No en vano se ha ganado el corazón de colaboradores, administrativos y docentes que ante cualquier inconveniente con las instalaciones acuden a su auxilio para poder resolverlo de la mejor manera. “Yo soy una persona que se le mide a todo, si me dicen que hay que pintar, listo, yo pinto. Que hay que colaborar en la parte eléctrica con Diego, listo, yo lo hago. Que hay que cambiar una línea telefónica, listo, ¡hagámosle! Desde siempre me sentí feliz porque dejaron en mi una responsabilidad muy grande, y con el pasar del tiempo yo aprendí y eso me gustó”.
Trabajar desde siempre en todos los Laboratorios, le ha permitido también generar esas habilidades de ser, más o menos, el “todero” de la Corporación.
“Aquí todos en algún momento han necesitado algo de mí, y es bonito poder ayudar. Me tranquiliza y me alegro mucho cuando puedo ayudar. En algún momento, a un compañero o compañera se les ha dañado el zapato, no soy zapatero, pero no se han ido con el zapato dañado. A alguien se le dañaron las gafas, que se me dañó el bolso, lo arreglamos. Que se me cerró la puerta, el cajón del escritorio, venga lo abrimos.
La gente no sabe cómo me siento cuando puedo ayudarlos. Tal vez para muchos no signifique nada, pero para mi es muy gratificante. Si yo pudiera ayudarles más y tuviera los medios, lo haría, porque he visto compañeros en situaciones difíciles, sobre todo en esta pandemia, y me gustaría mucho poder ayudar más de lo que se ha hecho.
Aquí hay un compañerismo tal que hemos aprendido que cuando el otro no tiene con qué, compartimos. Todos necesitamos apoyo.”
Su historia de vida también le ha permitido lograr la amabilidad que lo caracteriza. Como buen padre, todos los días a las 5 a.m. se prepara para su cotidianidad familiar y laboral, y al dejar todo listo en casa llega a su oficina a organizar todo lo conveniente de su segundo hogar. Junto con su jefe inmediato programa las tareas del día y termina los pendientes que ha dejado, trabajando en la supervisión y vigilancia de los diferentes laboratorios, cronogramas de mantenimientos, gestión de calidad, etc. Jorge es un hombre que le gusta el orden y el trabajo en equipo.
Los estudiantes por otra parte, también confían en él, lo conocen y saben el apoyo tan grande que brinda. Son ellos los directos beneficiados de su servicio y colaboración, y es a ellos a quienes, además, Jorge tiene mucho que agradecer. “Ahora último me pasó algo muy curioso. Cuando los estudiantes llegan a los Laboratorios deben usar una bata obligatoriamente, por protocolos de seguridad industrial, pero muchas veces se les quedaban en la casa porque se olvidaban o por otros asuntos de cada uno. Entonces yo les prestaba las que he ido guardando a lo largo de estos años, les cobraba $1.000 de castigo para que aprendieran. Entonces me llamaron la atención por eso. Ahora, ya aprendieron la lección, y saben que, si se olvidan la bata, no podrán entrar, y como ya no tienen quién les salve ‘la patria’, entonces deben ser responsables sí o sí. En fin, yo soy como el papá de todos estos muchachos”.
Y no solo el papá, entre sus compañeros también se destaca por su incondicionalidad y hermandad. En Unicomfacauca se ha llevado el mérito de ser un gran compañero de trabajo, en el que se puede confiar, hablar y dispersarse un poco. “He conocido muchos jefes, compañeros que han ido y venido, estudiantes que ahora son compañeros de trabajo o me ven en la calle y me saludan, muchas personas maravillosas. Ya he visto pasar tres Rectores por Unicomfacauca, y es que gracias a esta gran familia puedo decir que me terminé de formar como persona. Me arrepiento eso sí, de no haber estudiado cuando me dieron la oportunidad, pero gracias a Dios tengo mi techo, la seguridad de un trabajo estable, mis prestaciones sociales, en fin. Nunca se me han retrasado mis pagos y ahora en la cuarentena, nunca me desampararon, me dieron la mano. Por eso me gusta prestar mis servicios aquí, porque son muy humanos y en equipo logramos una gran proyección.
Por ejemplo, para mi una persona incondicional siempre ha sido Dalila, ella empezó entre el 2002 o 2003 y para mi ha sido una persona de gran ayuda. También Diego Rivera, porque siempre han estado ahí conmigo. Pero en general, a todos. A todos los llevo en mi corazón.
Por eso quisiera ver a Unicomfacauca crecer más. Desde que empezamos hemos avanzado a pasos gigantescos, y todo lo que hemos logrado con tanto esfuerzo, lo hemos logrado en poco tiempo. Quisiera ver la U más amplia, que pudiéramos tener toda esta manzana, de esquina a esquina, de cuadra a cuadra, verla más grande, con más sedes, con más carreras”.
Y es que al hablar no puede evitar sentir la nostalgia de recordar todo lo vivido en su rol como testigo directo del nacimiento y crecimiento de Unicomfacauca, la casa que desde siempre lo ha recibido con las puertas abiertas. Jorge es un hombre que siempre agradece y que al preguntarle por esta gran familia se emociona y sonríe, sintiéndose orgulloso de haber llegado a ser uno de los colaboradores más antiguos en la Corporación.
“A los muchachos les digo que se sigan esforzando, que den todo de sí, que si terminan esta carrera no lo paren ahí, sigan, todos podemos, y que por favor se pongan una meta y que si pueden ayudar a alguien que lo hagan sin ningún compromiso, que lo que hagan le sirva a toda la humanidad. La mejor huella que se puede dejar es que la gente sepa que tú serviste en esta vida.”
Ahora, Jorge espera continuar. Entre sus metas está poder seguir siendo ese hombre carismático y colaborador que siempre ha sido. Quiere continuar trabajando en Unicomfacauca y seguir dando lo mejor de sí para formar profesionales de calidad y, sobre todo, ver su segunda familia crecer en trabajo en equipo, responsabilidad y respeto.
“Si Unicomfacauca fuera una persona y la tuviera enfrente la abrazaría y le diría que gracias, la abrazaría muy fuerte, porque es mi segunda casa. La familia Unicomfacauca es realmente muy importante para mi, son mis hermanos, mis amigos. Después de mi esposa, mi hijo y mi madre, lo son todo.
Muchas, muchas gracias Unicomfacauca”. Y por todo lo que has hecho aquí, muchas, muchas gracias a ti Jorge.